Todo se ponía en nuestra contra, esa noche no
quedaríamos para tomar aquel primer café. Pero al final por suerte (no por
desgracia) o juegos del destino... quedamos. Aun recuerdo cuando entre en aquel
coche y recibí por primera vez esa mirada. Esa mirada se me quedara grabada
para siempre, como ella.
Fuimos al bar y entre mojito y cervezas fue pasando la noche. La suavidad de su piel, la frescura de sus labios, la picardía de su sonrisa, la perfección en sus curvas y el magnetismo de sus ojos hacían de ella un objeto de deseo. Sentía la necesidad de acariciarla, de saborear sus curvas y escuchar su risa. Pero la vergüenza, la inexperiencia, me impidieron hacer algo más que admirarla. Cuando se fue, me sentía turbada, eufórica... Sabía que las mujeres me atraían, pero hasta ahora no había sentido nunca una conexión verdadera con una mujer. Pero ella era diferente, tras salir por la puerta todo mi cuerpo empezó a temblar y la sonrisa más grande se dibujo en mi cara. Necesitaba volver a verla.
Fuimos al bar y entre mojito y cervezas fue pasando la noche. La suavidad de su piel, la frescura de sus labios, la picardía de su sonrisa, la perfección en sus curvas y el magnetismo de sus ojos hacían de ella un objeto de deseo. Sentía la necesidad de acariciarla, de saborear sus curvas y escuchar su risa. Pero la vergüenza, la inexperiencia, me impidieron hacer algo más que admirarla. Cuando se fue, me sentía turbada, eufórica... Sabía que las mujeres me atraían, pero hasta ahora no había sentido nunca una conexión verdadera con una mujer. Pero ella era diferente, tras salir por la puerta todo mi cuerpo empezó a temblar y la sonrisa más grande se dibujo en mi cara. Necesitaba volver a verla.
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